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Explorando el pasado colonial de España: mitos versus realidad

En las últimas semanas ha resurgido un intenso debate sobre la naturaleza del controvertido pasado imperial de España en América. La disidencia surge de la iniciativa del Ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, de que los museos nacionales “descolonicen” sus colecciones en un esfuerzo por “superar el marco colonial” e incorporar las perspectivas de los pueblos originarios. Esto ha provocado argumentos de algunos historiadores y políticos conservadores de que España en realidad no tenía colonias, sino “virreinatos” que otorgaban igualdad legal.

Sin embargo, los críticos responden que tales distinciones encubren la innegable dinámica explotadora de la conquista, la extracción de recursos, la violencia generalizada, las enfermedades, la destrucción cultural y lo que algunos describen como genocidio que acompañó la expansión de España hacia el Nuevo Mundo. Sostienen que impactos tan devastadores constituyen claramente colonialismo, independientemente de que España también exporte instituciones y élites para administrar sus territorios.

El debate entre colonia y virreinato no es nuevo y a menudo se divide según líneas ideológicas. Algunos lo remontan a un libro de 1951 titulado “Las Indias no eran colonias” del historiador argentino Ricardo Levene. Él y otros estudiosos de ideas afines sostienen que los virreyes españoles esencialmente gobernaban los territorios de ultramar como extensiones de la Corona, y a los súbditos indígenas se les concedían derechos similares a los de la metrópoli. Por el contrario, los críticos sostienen que esta perspectiva deja de lado la explotación de facto y los horrores de la colonización.

Entre los exponentes de la visión virreinal se encuentran el periódico español de derecha ABC y el escritor Miguel Ruiz Montañez. El destacado historiador mexicano Enrique Krauze también se ha hecho eco de que el gobierno de España difería considerablemente de la despiadada extracción de recursos por parte de las potencias europeas del siglo XIX en África. Sin embargo, los estudiosos poscoloniales insisten a gritos en que la expansión española exhibió todos los rasgos definitorios del colonialismo, por muy distintos que sean desde el punto de vista administrativo.

El debate conlleva grandes riesgos políticos en medio de un análisis de la injusticia imperial. El ministro Urtasun considera que la reforma de los museos contribuye a la visibilidad de los pueblos marginados. Pero los conservadores le acusan de vender la “Leyenda Negra” de la crueldad española. Las iniciativas gubernamentales para reevaluar ampliamente las narrativas de los museos centradas en los colonizadores probablemente seguirán agitando esta conflictiva disputa sobre el tenso legado imperial de España, especialmente en América Latina. La complejidad radica en si en una perspectiva histórica prevalecerá la explotación despiadada o un sistema transatlántico integrado.

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